El placer de decir que no.

Me intuyes demasiado como para intentar hacerte creer que algún día no me vas a tener al pie de tu cama. Me intuyes tanto que... te falla la intuición, y cada vez, meterme en tu cama, será más complicado. Y cuando quieras lo que yo he querido, y no me has dado, dudo mucho que vaya a dártelo fácilmente. Quiero convertirme en un reto para ti, algo que vas a disfrutar porque te va a costar conseguir. Porque las cosas que merecen la pena, hay que currarselas, hay que dejarse la piel, para conseguir el premio, hay que merecerselo. Y si de verdad te lo curras tal vez esta amarga experiencia de quererte, me deje un dulce sabor de boca. Yo, no he sabido jugar. No he sabido desarrollar un plan con la mente tan fría como me hubiera gustado. He calculado cada instante, y a la hora de la verdad, has destrozado mis planes. Últimamente, te siento tan cerca, que quiero alejarme, y dejar que supliques. Últimamente te siento tan vulnerable que ahora soy yo la que va a jugar, no sé cuanto tiempo aguantaremos ambos jugando, hasta el día que yo caiga en tu red o el día que te canses de intentar atraparme. No me arrepiento del tiempo que he malgastado a tus pies, porque ahora que me he levantado, tener las dos perspectivas me ayuda a saber que no soy ninguna cualquiera y que el que algo quiere algo le cuesta. Porque en aquellas cosas en las que te tienes que dejar la piel, son las que te dan mejores recompensas. Lo bueno se hace esperar, yo ya te esperé bastante, intenta esperarme tu ahora.